La distancia que separa los gobernantes del planeta de las esferas económicas de decisión y estas de los intereses reales de los pueblos, sigue las mismas leyes físicas descritas por el gran Stephen W. Hawking en su libro «Historia del Tiempo».
“ Vivimos en un universo en expansión en el cual los cuerpos celestes y con ellos las galaxias, se distancian cada día más los unos de los otros y a una velocidad a cada instante más rápida”.
De cierta manera se podría pensar que se trata de una fatalidad puesto que, al igual que los entes del universo, los hombres siguen las mismas leyes naturales. No obstante algunos hombres logran acercarse los unos a los otros. ¿Acaso seríamos más inteligentes que el universo? ¿O los hombres que se alejan los unos de los otros serían una excepción? ¿O el destino de los hombres, regido por la naturaleza, es alejarse y exterminarse y en ese caso para qué perder el tiempo haciendo revoluciones estúpidas y escribiendo textos inocuos? O, por qué no, el Gran Stephen W. Hawking se equivoca y ni el universo está en expansión ni los hombres se alejan los unos de los otros y tan sólo se trata de un horroroso mal entendido entre los poderosos y los pueblos.
La situación económica mundial del momento, a la cual algunos atribuyen estúpidamente la calificación de crítica, nos demuestra con claridad que vivimos en sociedades completamente caóticas. La economía es regida por sombrías agencias financiadas por los magnates del poder económico mundial y destinadas a calificar la acción de los títeres que estos mismos han puesto al mando de los gobiernos nacionales. El desorden es tal, que algunos reclaman el regreso a las riendas de la economía de instituciones odiadas en el pasado como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. ¡Viva el capitalismo del siglo veinte! Aclamarían hoy los dirigentes de izquierda. En los países del norte los pobres tienen ingresos cien veces superiores a las clases medias del Sur. Sin embargo son pobres. Los pobres del sur se dividen en pobres, más pobres, más y más pobres…
En ese sentido, Hawking nos remite una vez más a la ciencia puesto que considera que el estado natural de la materia es el caos. En otras palabras, el sistema (los sistemas) socio-económico del hombre se encontraría en este momento en una situación de «evolución positiva». Cuánto más caótico, más cercano del estado natural de la materia. Hay que reconocer que, si ese es el caso, los hombres hemos sobrepasado todas las barreras del desorden social.
Queda entonces una sola posibilidad que justifique tanta barbarie, tanta desigualdad, tanta miseria: Que los hombres sean extraterrestres, por ejemplo. O diabólicos, lo cual daría gusto a los locos de las biblias. O estúpidos, quiero decir los pueblos (según el pensador colombiano Luis Barragán). O que simplemente los no estúpidos hayan entendido que hay muchos que lo son.
En la naturaleza, en el cosmos, el caos es espontáneo. El las relaciones entre los hombres éste es sólo un invento, una estratagema, un arma que permite dominar y aplastar. Y es de allí, de ese desorden, que nacen el odio y la tragedia. Los alcahuetes del poder son especialistas del desorden y la delincuencia de Estado es la representación práctica del caos social.
(Parempuyre, febrero de 2015).